martes, 27 de febrero de 1990

Nena o la muerte de Dios. 1990




No volvería a salir de noche con nadie que no estuviera dispuesto a acompañarme de vuelta a casa. Dios mío, pero ¿por qué me sentiría yo obligada a mostrarme como una mujer fuerte? ¿Sería por lo que tenía de reconocer la propia diferencia o la propia dependencia o la propia “minusvalía” de ser mujer? ¿O sería porque crees que todos van a interpretar el que desees ser acompañada como… eso, como el deseo, y una ya no tiene derecho a desear?

Pero ¿quién, demonios, ha dicho que una ya no tiene derecho a desear? ¿Ese que te mira y ya no te mira como antes? ¿Se están desquitando por lo que te miraron y no te pudieron tener? Saben que, aunque ya no lo seas porque la naturaleza y el tiempo – y tú misma ¡idiota! – no perdonáis, tú fuiste superior. Superior o no, tú fuiste como una diosa, como una reina de la libertad, del deseo, de todo lo bueno y todo lo bello, una reina del presente, una “woman”. Y ellos volvían a una sus miradas a tu paso, y las volvían a retirar porque eso no era para ellos. Y a otros les temblaba el pulso y el alma medio de celos, medio de envidia, de miedo a perderte, o de no llegar a tenerte. Y estaban pendientes de ti. Nunca entonces necesitaste pedirle a nadie que te acompañara. ¿No lo recuerdas? Inevitablemente alguien te iba a acompañar. En todo caso debías pedir que no te acompañaran, o poner alguna excusa para escaquearte de una situación que no era la que habías previsto.

Pero ahora vuelvo a caer en la trampa, y sin darme cuenta estoy andando por las calles desiertas sola. Algún borracho en una esquina te ve pasar. Tú cruzas la avenida de parte a parte y de parte a parte te gritan: “NENA”. Y nena resuena en tus oídos y en todas las fachadas de la Gran Vía y en todas las arterias de tu cuerpo y en tus sienes y en tus recuerdos y en todo tu coraje. ¿Qué nena ni qué niño muerto? Pero ¿usted se ha visto, por Dios? Pero, compañero borracho ¿no ves que los dos somos parte de la “basurilla del mundo”? A ti no te quieren y a mí me ignoran. A los dos nos desprecian, seguro que en parte porque somos espejos fieles de una inmensa realidad que nadie quiere ver. Y tú y yo estamos ahí con toda nuestra carga de verdad, de soledad, de desesperanza y, en realidad, de esperanza. Sí, de esperanza, porque si no tú no me llamarías nena dejando cruzar tu voz de parte a parte y yo no me haría la valiente diciendo que no importa, ni correría sintiendo los latidos de mi corazón, haciendo como que no corro, ni oigo. “Sorda”- me dijiste, ¿no te acuerdas? “Están sordas, parecen ministros, ellas van que no miran, parecen ministros que van pensando”- han dicho otros.


Si en realidad pensara que no me miran, que no soy deseable, que ellos ya no piensan que mi alma y mi cuerpo pueden ser una fuente inagotable, no correría. ¿No te das cuenta de que no correrías? Y es que lo sabes, mujer, sabes que eres toda una mujer llena de todo eso que no se puede explicar con palabras, y que tú sabes que tienes. Siéntelo, sábelo, disfrútalo. Pero ¡claro!; bien haces en no prodigarte como antes. ¿No debiste hacerlo? ¿Por qué no? ¿No era la hora de la libertad, de la rebeldía, de la verdad, de la plenitud, de ensancharse, de sentir, de la generosidad, de la osadía? ¿No dimos todo lo que teníamos y aún más, y éramos felices por darlo, por ser capaces de hacerlo, por atrevernos a hacerlo, por arriesgarnos a hacerlo?


Y sólo cuando empezó la desconfianza entre nosotros vinieron los malos tiempos. Y bien cierto es que llegaron pronto y, desde luego, que nosotros les dejamos llegar. Y no queríamos que vinieran, y tratamos de expulsar todos los demonios de nuestra mente. Pero nos pudieron, eran más fuertes que nosotros. 


Tú eres idiota, pero ¿no ves que ellos sólo quieren una cosa, que se están aprovechando de ti? “Ella no es una rebelde, es una romántica, todo lo hace por romanticismo, lo sabes sólo con mirarla”. Había que pisar tierra, y creías que así sería mejor, y todos fuimos aterrizando, magullándonos en la caída las más de las veces.

Somos ¿somos? Somos una generación. Una generación de locos, una generación de cambio, una generación de rebeldía. La otra cara, la duda permanente, el amor sin fronteras, la razón de los parias, la razón de la sin razón, el vacío de lo infinito, y puede que la muerte de Dios. 


GRACIAS A MI PUEBLO

     Gracias a la vida, que me ha dado una infancia feliz en mi pueblo. Pilar Geraldo me invitó, hace unos años, a colaborar con un escrito ...