Desencantados del 68 Por Carmen Hidalgo. (Escrito en
1992)
Pertenezco a la Generación del 68 y pienso que debemos
desmitificarla para rescatar sus mejores valores. Me suena a batallitas del
abuelo cuando algunos de sus miembros recriminaban a los nuevos jóvenes la
falta de valores y de coraje. Nuestro coraje nació de nuestra principal arma
arrojadiza: nuestra verdad.
Nosotros mamamos leche en polvo americana, nos cobijamos al
abrigo de las instituciones franquistas, nos nutrimos de la más pura tradición
católica y surgimos de las cenizas del sueño imperialista español, y, a pesar
de nuestros orígenes o por ellos, hemos conseguido una gran riqueza espiritual.
Fueron sus frutos el sentimiento y la actitud social que abrieron ventanas de
esperanza e impulsaron a las demás generaciones del país a dejarle a ella la
antorcha del futuro, el sillón de las decisiones. Hoy sus miembros están en los
dos extremos del abismo: arriba, ostentando el poder y la gloria, o abajo, en
la soledad y el desencanto, rayando muchas veces en el pasotismo.
No creo que los intelectuales de aquella generación nos
desencantemos porque no se haya satisfecho nuestra utopía, no somos tan bobos.
Sabemos que las utopías no están hechas para cumplirse, que son sólo una meta
de referencia constante, un objetivo en el infinito. Nos desencantan las graves
dificultades para seguir luchando, la falta de comunicación, los lastres
puestos a nuestra elusión muchas veces, quizás inconscientemente, por los que
compartieron la misma utopía y hoy están en el poder. Ninguna escusa es buena
para rendirnos y hundirnos.
Nuestros jóvenes imitan los valores y actitudes que ven en
nosotros ahora: beber, pasar, buscar el dinero y el poder. No les contemos
batallas, ofrezcámosles un modelo vivo, volemos con ellos hacia la utopía
camino del año 2000. Podemos acabar con las crisis y los desencantos, ya lo
hicimos una vez.
Firmado: Carmen Hidalgo Lozano. (1992)