domingo, 20 de diciembre de 2015

BUÑUELOS Y BORRACHOS. CHL. Club de escritura Fuentetaja 2015.

BUÑUELOS Y BORRACHOS
Por Carmen Hidalgo Lozano. Diciembre 2015

  
“Buñuelos de viento:
50 grs manteca, 100 gr. azúcar, raspadura de un limón y un vaso de agua. Se mezcla todo y se pone la harina y se cuece hasta que se desprenda de la cacerola. Se  deja enfriar y se le van añadiendo los tres huevos enteros, se extiende en una fuente hasta que esté completamente frío y se hacen bolitas untando las  manos con aceite y se fríen en aceite casi frío.
Borrachos:
Una taza de aceite frito, 2 de vino, 1 de azúcar, 1 gaseosa y harina hasta que se pueda extender”.
Así empezaba el cuaderno que encontré en el cajón de la alacena el segundo día de llegar a la casa del pueblo en donde me habían contratado como interna. Mi obligación era cuidar a la señora Adela, sola en aquel caserón a sus ochenta y muchos años, con más recuerdos en los recovecos de la vivienda que en los rincones polvorientos entre sus ajadas neuronas.
Me costaba trabajo leer; pero a aquella hora temprana de la noche o avanzada de la tarde, con la señora ya dormida en su habitación, me apeteció emprender esta pequeña aventura de investigación culinaria en la alacena. Ya luego cenaría y podría conectar mi canal Nova para seguir con la novela por capítulos que tanto me entretenía y venía a calmar un poco la añoranza que sentía de los míos, de mi país, de las expresiones tan apasionadas entre mi gente,… y ¡no como aquí! ¡Aquí son tan fríos! Bueno, no sé si lo son o solamente lo aparentan. Pero sí, aparentan frialdad. ¡Vaya!, lo hacen muy bien porque a mí me parece que realmente son distantes, que no les importa demasiado lo que otros sufran, necesiten, deseen o incluso den. Se alejan de los seres humanos como algunas personas se alejan de los animales, quizás por protegerse, quizás por asco, quizás por miedo,… quizás solamente por costumbre.
Era un cuaderno rayado. Me recordó al que había en mi casa a la entrada. Mi padre también anotaba allí el dinero que “no” teníamos. Lo poco que entraba cada día y lo mucho que salía. Por eso cruzamos el océano mi hermana y yo, por eso nos pusimos a servir, por eso llegué a la casa de Adela, por eso encontré estas recetas de buñuelos de viento y borrachos.
Al día siguiente, Adela me vio con el cuaderno en la mano y me preguntó qué leía. Le leí como pude la página. Ella me explicó con bastante detalle cómo se hacía para que quedara bien. No sabía el nombre de sus hijos, ni el número. No recordaba cuándo murió su marido y lo confundía con su propio padre en la foto grande que había en la pared más visible y despejada del salón. Sin embargo para mi sorpresa, sabía al detalle cómo interpretar aquella receta mal escrita y llena de gotas de aceite y de huellas digitales de su autora. También sabía muy bien el nombre de la amanuense, Idolina, su madre.
Me enterneció en especial cuando empezó a mover sus manos como si amasara cuando se refería a las bolitas que se convertirían en buñuelos y acariciaba la superficie de la mesa como si estuviera extendiendo una masa virtual antes de cortar los “rombos” (eso me dijo) que se convertirían en “borrachos” (los dulces que hacía su madre para Semana Santa). Sus manos bailaban una danza ritual como si esos movimientos de su cuerpo encerraran todos los recuerdos familiares que se estaban escapando de sus neuronas. Después de aquello aún aprecié más el cuaderno de las gotas de grasa que reposaba en un estante frío al lado del ventanuco abierto al patio.
Me contó cómo nació. Había nacido como las nativas americanas de las praderas. Su madre estaba sola cuando ella llegó. Coincidió de pleno con la siega. Todos los hombres, mujeres y niños estaban en los campos de trigo, cortando  y apilando espigas. Cuando volvieron a la noche, además de su madre estaba ella, milagrosamente viva. Mas tarde aprendería a leer y a escribir en la cocina, la principal habitación de la casa, en el mismo sitio donde aprendió a caminar y sus primeras palabras, siempre guiada por su madre. También me contó cómo pudo ella comer incluso pan blanco durante la guerra, me habló de los corderitos que cuidaba… y del caballo que le regaló su padre… y de su novio.
Luego ya no recordaba nada más. La niebla cubría sus recuerdos igual que parecía también cubrir sus ojos y sólo le dejaba ver nubes y sombras. Había perdido el detalle de los gestos, el detalle de las caras de las personas, el detalle de los días del calendario, el detalle de las guerras de cada telediario. Incluso había perdido la cuenta de si sus hijos venían a verla o no, ni cual de ellos, ni cuándo. Me daba la impresión de ser la única consciente de los días que pasábamos las dos sin más compañía que la que mutuamente nos hacíamos.
Y en aparente contradicción con todos esos olvidos, su cuerpo tenía memoria de cómo sus dedos envolvían la masa redondeada de los buñuelos, acariciaban la suave superficie de los borrachos. Estaban acariciando aquel recuerdo del paraíso infantil perdido, la memoria de la fusión con la madre, aquella madre de la que aprendió nada más y nada menos que a vivir, a paladear los bellos momentos, a sacar cosas ricas de un poco de harina, una gaseosa y… poco más.
Aunque parecía no importarle ya casi nada de la vida, a mi entender lo que ella seguía guardando era lo principal, a pesar de que muchos de nosotros no lo valoramos como tal. “Lo esencial es invisible a los ojos” decía el Principito. Lo esencial es lo que te dicta el corazón… y eso no hay Señor Alzheimer que te lo arranque del ser mientras no te falte la vida.

FÍN

domingo, 11 de octubre de 2015

MIRKO Y CARSTEN. Curso de escritura. UP de AB. 2015

ÍBAMOS A ESTAR EN EL AVIÓN. Walter Oppenheimer. Barcelona. En El País. 25 Marzo 2015. Página 4.



Resumen de la noticia:
Los alemanes Mirco y Carstin iban a reservar para regresar a Düsseldorf en el vuelo que acabó estrellándose en los Alpes franceses. Cambiaron de idea para coger un vuelo más barato de Germanwings que salía más tarde, a las 19.30. De esa forma, además, podrían visitar el Camp Nou. Esa decisión les salvó la vida. Un amigo les llamó después del accidente para saber si estaban vivos. “Estamos en el Nou Camp” contestaron a través del móvil.

Por qué la elijo:
Es la noticia más sugestiva para mí en todo el periódico del día. La noticia del accidente llena las páginas del diario. El resto son noticias de política, corrupción y deportes.
Llama especialmente la atención que hayan salvado la vida por el contraste con las enormes dimensiones de esta tragedia. Sin embargo, existen multitud de episodios en las vidas de todos y cada uno de nosotros de similares características. Son esos momentos en los que podríamos decir que “hemos vuelto a nacer” o que “nuestra vida podría fácilmente haberse acabado”. ¿Por qué no se acabó? ¿Cómo milagrosamente sigue? ¿Aprovechamos suficientemente la nueva oportunidad que se nos brinda?



MI EJERCICIO: Carmen Hidalgo Lozano

MIRKO Y CARSTEN

Se conocían desde el año 2006. ¡Cómo olvidarlo! El año del mundial de futbol. Los dos muchachos llevaban la bandera de Alemania pintada en el brazo y estaban en la plaza desde las tres y media para no perder detalle del partido que proyectaban en la pantalla gigante. Ambos estaban de pie, entusiasmados con cada gol del equipo alemán. Primero chocaron sus cuerpos. Después se cruzaron sus miradas. Y luego, dejaron que la gente les mantuviera juntos, sintiendo el roce de la piel del otro. Ya no se pudieron despegar. El futbol los había unido.
Y ahora estaban en el Camp Nou. Después del Borussia de Dortmund, el Barça era su equipo preferido. ¡Qué buena idea la de Mirko! Tomar un vuelo unas horas más tarde. Se hicieron un selfing. Esta imagen sería el remate de este formidable viaje a Cataluña. En especial a Barcelona, ciudad testigo de los mejores momentos de su relación. En la miel de su descubrimiento mutuo. Volverían a finales de Junio para celebrar allí su matrimonio en el noveno aniversario de su primer encuentro.
Estaban en esta conversación, mirando la foto, cuando sonó el móvil de Carsten. Era Pere, el amigo que les había alojado en su casa.
-      ¿Qué dices, Pere? ¡No, no puede ser! ¿El avión Barcelona -Düsseldorf se ha estrellado en los Alpes?  ¡Pero… si era un vuelo de Lufthansa!-
-      ¿Cómo? Dime que no Carsten, dime que no es verdad.- Mirko balbuceaba acercándose al teléfono de su amigo.

-      Sí, Pere, estamos vivos, estamos bien.- Explicó Carsten - Al final cogimos el vuelo de Germanwings para poder acercarnos… No te imaginas dónde… Estamos en el Camp Nou. Te queremos, Pere… y al Barça. Nos acaba de salvar la vida. -

SIGUIENDO A GAMONEDA. Curso de poesía en la UP de AB. 2015

SIGUIENDO A GAMONEDA por Carmen Hidalgo Lozano

“Cuando yo tenía catorce años,
me hacían trabajar hasta muy tarde.
Cuando llegaba a casa, me cogía
la cabeza mi madre entre sus manos” (de Gamoneda)


(sigue, Carmen Hidalgo Lozano)



Presionaba suavemente mis sienes
Con sus dedos de seda y toda su alma.
Cómo le dolía el cansancio de su niño
Porque yo era su niño, amado, pequeño,
Indefenso, dulce,…
A quién ella dio a luz, a quien tanto amaba

Y ahora lo veía sufriendo a causa de la crisis
Que había hundido la casa a la muerte del padre.

Cómo la recuerdo ahora, que ya no está.
Cuánto bien me harían sus manos en mi piel
Y su tierno regazo, refugio de mi corazón.

Quise sustituirla con Eulalia, mi exmujer.
¡Tropezón en el viaje de la vida!
Nunca una esposa es una madre,
O no debía serlo.

Pero los hombres, débiles en el fondo,
Buscamos cobijo en el alda de una dama.
Creemos quererla y nuestro deseo
Es que vuelva la madre con la que fuimos uno,
El paraíso perdido, más allá de nosotros mismos,
Mucho antes de ser, mucho antes de nuestra identidad.

Perdóname Eulalia,
Perdóname tú también, madre,
Y perdóname hermana, si también he sido egoísta contigo.

Intento ser un hombre, pero no es fácil.
No es fácil crecer y dejar al niño.

No es fácil dejar de jugar a Peter Pan.

jueves, 12 de marzo de 2015

AVE FÉNIX SOLIDARIO. CHL. Curso UP de escritura 2015.

El héroe del sombrero vaquero del maratón de Boston


AVE FÉNIX SOLIDARIO
Carlos volvió con Jeff a su Costa Rica natal, el país de la selva bonita y los pájaros de colores. Un hermoso lugar donde perderse para escuchar la música del agua y del viento, acompañando a los miles de trinos de múltiples diferentes aves y cientos de sonidos selváticos más. Un país de fábula del que Carlos había salido con su familia  buscando un futuro mejor en la tierra de promisión de nuestra era, los Estados Unidos de América.
Sus padres encontraron un buen trabajo. Carlos y sus hermanos, todavía mejor. ¿Cómo se llamaba aquello? ¡Ah sí, la sociedad del bienestar!
-       Carlos Arredondo ¿quieres por esposa a Lucinda Terrones? –
-       Sí, quiero –
-       Lucinda Terrones ¿quieres por esposo a Carlos Arredondo? -
-       Sí, quiero –
Y se fundieron en un abrazo como de cuento, en la pequeña iglesia tejana de arquitectura colonial española. En su casita con jardín vivieron felices y crecieron sus hijos,  Alex y Brian.
Alex entró orgulloso en el ejército americano. Causaba estragos entre las chicas con su impecable uniforme. Alex no llegó a conocer la operación “Nuevo Amanecer”, cayó durante la Ocupación de Irak. No hay palabras para expresar el terremoto de dolor que removió los cimientos de la familia Arredondo. Carlos y Lucinda, Lucinda y Carlos, cada noche sólo tenían lágrimas, gritos y reproches. Cada uno culpaba al otro de haber alentado al chico a hacerse “marine”. La tierra se movió bajo sus pies, una profunda grieta se abrió y la pareja se deshizo sin remedio.
Carlos echó a andar detrás de Cindy Sheehan, “la Rosa Park del movimiento pacifista del 2005”, y su cruz fue una más de las miles de cruces blancas que sembraron el campo de Crawford protestando contra la guerra de Bush.  ¡Una cruz por cada hijo muerto frente al rancho del Presidente!
El corazón de Carlos recuperaba un poco de fuerza y de paz en la unión con los demás. Nada podía sustituir a su hijo muerto, nada le podía devolver la paz de su hogar; pero encontraba fuerzas para seguir viviendo ayudando a los otros. Ése era su renacer de las cenizas como Ave Fénix.
Estaba empezando a poder dormir por las noches, y a llenar sus pulmones de aire de nuevo, cuando le llegó el segundo golpe como un hachazo terrible del que pensó que no podría levantarse. “¡Brian, no, Dios, Brian, no!” le gritaron las entrañas por dentro cuando lo supo. Brian, su hijo pequeño, no pudo resistir la tensión y el desgarró y un año después del divorcio de sus padres apareció muerto una madrugada con una sobredosis de calmantes.
Cuando el destino te ha elegido como Ave Fénix, vuelves a recomponer tu figura desde el rescoldo y, sacudiéndote las cenizas, sales volando de nuevo. Tú no sabes cómo eso ha sido posible. Alguien o algo más fuerte que tú te ha elegido y no tienes que hacer sino dejarte llevar. Y ése era Carlos Arredondo, nuestro pequeño gran hombre, héroe inmenso de la vida cotidiana.
Sacando fuerzas de flaqueza acudió al Maratón de Boston con las fotos de sus dos hijos en su camiseta. Seguiría luchando hasta la muerte por lo que creía justo.  Y, como un destino siniestro, estallaron las dos bombas asesinas en medio de la carrera. Carlos corrió hacia el mismo centro de la explosión buscando a quién ayudar… Y lo hizo, de nuevo renació de entre las cenizas, como el destino le hubiera marcado, esta vez como un ángel salvador sacando a Jeff de las mismas entrañas de la muerte. Por eso hoy estaban los dos en Costa Rica juntos, celebrando.


Carmen Hidalgo Lozano. 12 /03/2015

GRACIAS A MI PUEBLO

     Gracias a la vida, que me ha dado una infancia feliz en mi pueblo. Pilar Geraldo me invitó, hace unos años, a colaborar con un escrito ...