SIGUIENDO A
GAMONEDA por Carmen Hidalgo Lozano
“Cuando yo tenía
catorce años,
me hacían
trabajar hasta muy tarde.
Cuando llegaba a
casa, me cogía
la cabeza mi madre entre sus manos”
(de Gamoneda)
(sigue, Carmen Hidalgo Lozano)
Presionaba suavemente mis sienes
Con sus dedos de seda y toda su alma.
Cómo le dolía el cansancio de su niño
Porque yo era su niño, amado,
pequeño,
Indefenso, dulce,…
A quién ella dio a luz, a quien tanto
amaba
Y ahora lo veía sufriendo a causa de
la crisis
Que había hundido la casa a la muerte
del padre.
Cómo la recuerdo ahora, que ya no
está.
Cuánto bien me harían sus manos en mi
piel
Y su tierno regazo, refugio de mi
corazón.
Quise sustituirla con Eulalia, mi
exmujer.
¡Tropezón en el viaje de la vida!
Nunca una esposa es una madre,
O no debía serlo.
Pero los hombres, débiles en el
fondo,
Buscamos cobijo en el alda de una
dama.
Creemos quererla y nuestro deseo
Es que vuelva la madre con la que
fuimos uno,
El paraíso perdido, más allá de
nosotros mismos,
Mucho antes de ser, mucho antes de
nuestra identidad.
Perdóname Eulalia,
Perdóname tú también, madre,
Y perdóname hermana, si también he
sido egoísta contigo.
Intento ser un hombre, pero no es
fácil.
No es fácil crecer y dejar al niño.
No es fácil dejar de jugar a Peter
Pan.
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